jueves, 30 de agosto de 2007

Aquí el primer poema del próximo poemario que publicaré
Traducción de Margaret Randall
(lo cual es un honor para mí)

ONE


because nothing matters
neither sunflower nor that brown bird
pyramid nor tree

you get smaller on the wind
nothing matters in this silence

the old man speaks from his high seat
he says your eyes do not see:
everything is Maya the Vedanta says,
mirage in movement

nothing matters
neither years nor the dust
that wakes in our lungs

fingers tumbling through mist
in search of dreams

nothing matters between you and me
and an ancient spiral unwinds
it brings you to my hands
fresh water and pedestal
luminous quartz in my belly
and white flowers through the smoke nothing matters

running in decapitated rivers
life scatters and reaches
perfect peaks
of eagles and the breath of altitude

from there to the deepest chasm nothing matters
everything finds a new sun, a dazzling moon
or hell

but nothing matters

nothing matters because all is one,
a single drumbeat
under the sky
deep heartbeat that wakes
from sleep or agony

ecstasy or anguish
it’s the same runaway colt in your breast

nothing matters not you not me not anyone

because all is one

martes, 28 de agosto de 2007

PESIMISMO= PESIMISMUS= FALTA DE PODER

lunes, 27 de agosto de 2007

BOGOTÁ 2006

De izquierda a derecha: Paula Ilabaca (Chile), Aleyda Quevedo (Ecuador), Claudia López (Argentina), Roxana Crisólogo (Perú) y yo (María Vázquez Valdez de México)

Con nuestra querida maestra Dolores Castro, después de su lectura

sábado, 25 de agosto de 2007

EMMA’S GLÜCK
(LA SUERTE DE EMMA)
Dir: Sven Taddicken
Alemania, 2006

De pronto la muerte se anuncia, o llega sin anunciarse. De pronto la vida irrumpe con una cauda de personajes nuevos y de eventos que transforman lo cotidiano. Aquí algunas reflexiones que me dejó esta cinta que vi en la cineteca este sábado lluvioso dentro del Ciclo de Cine Alemán.

La suerte de Emma es una tragicomedia que elabora una reflexión acerca de la vida y la muerte, el término abrupto de la cotidianeidad; las sorpresas que se presentan de pronto sin aviso previo y que transforman la vida —y también la muerte— en un instante.

Los protagonistas son dos seres solitarios: Emma (Jördis Triebel) es una joven granjera amenazada por las deudas, que subsiste de sus animales a quienes mata con ternura (“ein, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht…”); Max (Jürgen Vogel) es empleado de un negocio de venta de autos a quien de pronto le diagnostican cáncer terminal de páncreas.

Max decide ir a costas mexicanas a pasar sus últimos días, a tratar de robarle al tiempo la oportunidad de aprender a nadar, tumbarse en una hamaca y observar aves. En esas está, a punto de robarle una noche lluviosa el dinero escondido en una pecera a su jefe y amigo cuando éste llega y empieza la persecución en auto. Max desiste en la huída y decide volar el Jaguar que maneja en una curva, en una sucesión de momentos que le traen imágenes de la niñez en portarretratos, objetos, su propia sonrisa, hasta que se estrella en el suelo. En el suelo de Emma.

Ella escucha el estrépito, sale a la noche lluviosa y saca a Max de su auto. Lo revisa, cura, huele, lo desnuda, duerme con él, que sigue inconsciente —hay que decir que para la solitaria Emma la presencia en esas condiciones de un hombre que le gusta tiene una enorme carga de evento fortuito.

Pero Emma antes de dormir encuentra el dinero en el auto, una enorme cantidad que le ayudará a pagar todas sus deudas. Decide esconderlo y quemar el auto con la gasolina de su motoneta.

Al día siguiente, cuando Max le pregunta, ella responde que no sacó nada del auto, aunque más tarde él, al esconderse del policía pretendiente de Emma, encuentra el recipiente que contuviera el dinero. Emma reacciona ante el reclamo: le devuelve el dinero, y también empieza a quitar las defensas de su personalidad para enamorarse poco a poco de Max. Y él también de ella.

La historia de ambos, después de que Max paga las deudas de Emma, y sufre dolores cada vez más fuertes que lo llevan al hospital, culmina en matrimonio, y el final me lo reservo, pues no es mi intención arruinarle la historia a nadie que se aventure a leer estas líneas y quiera ver la película, pero sí quiero compartir aquí mis reflexiones:

Tanto Emma como Max llegan a la vida del otro justo con lo que el otro necesita. Emma conoce la muerte como la palma de su mano, incluso le dice a Max al conocerlo que el miedo a la muerte es peor que la muerte misma. Además, Emma tiene una vida exuberante dentro de sí, está deseosa de vida sexual, amorosa, está deseosa de compartir. Y Max, por su parte, está a punto de vivir sus últimos días; solo, encuentra a una mujer dispuesta a quererlo, cuidarlo, y que además necesita justo el dinero que él trae en esta última escapada de su vida.

Ambos llegaron equipados con lo justo en el momento justo. Ambos corrieron con suerte siendo la suerte misma del otro. Aunque la historia de amor tuviera una caducidad demasiado pronta, tuvo la intensidad suficiente para no terminar, como lo indica una escena final en la que no hay pérdida, sino todo lo contrario.

La moraleja podría sostener que la vida es así —y también la muerte—: tiene justo lo que necesitamos en los atavíos más desconcertantes, a veces, pero también, siempre, los más adecuados.

Y sí, la vida es un milagro.

viernes, 17 de agosto de 2007

PÉTREA PETRA



Una mujer que se desvanece en la ciudad rosada de piedra.
Sorpresa de templos, escaleras y habitaciones excavadas en el vientre de la roca.

Ubicada a menos de cien kilómetros al sur del Mar Muerto, Petra significa piedra en griego. Capital del antiguo reino nabateo, es una joya de Jordania.

La recorrí tan sólo un día, en el 2002, sola entre beduinos, y mis pies aún añoran esos pasos.

sábado, 11 de agosto de 2007

AMIGOS

Mi tenor favorito Jorge Maciel y Elia en el Milán de siempre y de todos

viernes, 10 de agosto de 2007


El Mar Muerto desde el Masada

jueves, 9 de agosto de 2007

Mi mano en la piel del Gran Cañón

lunes, 6 de agosto de 2007

Gran Cañón, 11 de julio de 2007


Balam, meditando en la inmortalidad del cangrejo (la paloma, más bien)


Margaret Randall y yo cuando fuimos a presentar Voces Desdobladas a Tijuana, en 2005


En el Pico del Águila del Ajusco


Subiendo el Pico de Orizaba

sábado, 4 de agosto de 2007

San Blas, Nayarit
Agua que nace de piedra caliza

María Vázquez Valdez

Crónica publicada en la revista Travesías

San Blas es un pueblo pesquero situado en el centro de Nayarit y de frente al Pacífico. Su playa, de arena delgada y rojos atardeceres, tiene un oleaje muy atractivo para quienes practican surf, y está limitada por un rompeolas.

Para alcanzar las costas de San Blas crucé Tepic en el anochecer, y ya desde ahí pude presentir el mar, flotando en la humedad salada y tibia del aire. El camino que lleva a San Blas se extiende unos 64 kilómetros desde Tepic. Es una carretera en buenas condiciones, aunque con muchas curvas y pequeños pueblos (y por lo tanto muchos topes); podría ser una carretera de Chiapas o de Tabasco, rodeada de frondosa vegetación.

Llegué a San Blas en una oscura noche sin luna, pero con relámpagos constantes recortados en el horizonte. Desde las primeras calles se adivina que San Blas es un pueblo de pescadores. Los niños juegan hasta tarde en las calles, los adultos conversan en el fresco de la noche, escondiéndose del sopor, y lanchas y redes se asoman de muchas esquinas. Sin embargo, en el centro del pueblo hay poco que señale que San Blas fue un importante puerto para los españoles desde finales del siglo XVI hasta el XIX. Lo usaron, sobre todo, para proteger sus naves de piratas ingleses y franceses.

Al entrar al pueblo crucé la plaza, llena de puestos de comida y de artesanías, y junto a la iglesia distinguí un par de puestos de huicholes. Luego fui a buscar un hotel por la calle principal, Batallón de San Blas. Cerca del centro hay varios hospedajes modestos y baratos, pero sin mosquiteros, lo cual en San Blas se vuelve una objeción proporcional a la cantidad de sangre que pueden chupar esos voraces y pequeños vampiros. Una de las cosas más importantes que hay que saber al adentrarse en San Blas es que no llevar repelente equivale a necesitar una transfusión.

Recordé un hotel donde me había hospedado algún tiempo atrás, el Garza Canela, y fui a ver qué tal estaban los precios. Es sin duda el mejor hotel del pueblo (y también el más caro), con aire acondicionado, alberca, televisión, bar y restaurante, pero decidí dejarlo para una mejor ocasión. Finalmente me decidí por las Suites San Blas, también muy barato, pero mucho más cómodo que los hospedajes del centro. Tiene alberca y los cuartos tienen mosquiteros y pequeñas cocinetas.
La noche seguía iluminada por relámpagos, y en los cinco minutos que me tomó registrarme en el hotel, pude atestiguar en carne propia el hambre de los mosquitos, y el mejor lugar para guarecerme de ellos era la alberca, por lo que fue el primer lugar donde aterricé. No pude encontrar una temperatura mejor.

Sólo había una mujer ahí, de California, con una pequeña radio. Me dijo en español: “Esto es el paradaiso, ¿es así como dices?” Le respondí: “Sí, es el paraíso”, totalmente de acuerdo con ella. Y entonces corrigió: “Oh, sí, esto es el paraíso”. Y entonces me dí cuenta de que su alegría estaba sazonada por el olor a alcohol que me llegó, acompañado con su risa.

Al día siguiente fui a La Tovara, un manantial que está al final del estero San Cristóbal, que desemboca en el mar. La Tovara (que significa “Agua que nace de piedra caliza”) tiene un canal rodeado de manglares que mide unos nueve kilómetros, y que hay que cruzar en lancha.

El embarcadero está a unos 20 minutos del centro de San Blas, a pie. El paseo en lancha cuesta 250 pesos, y por esa cantidad puede llevar a unas siete personas. Si se va también al cocodrilario (donde tienen cocodrilos de distintas edades y otros animales) cuesta 330 pesos. El problema es que en periodos no vacacionales casi no hay gente, y de cualquier forma hay que pagar esa cantidad, no importa el número de pasajeros.

Camino al embarcadero me encontré con Edgar, un lanchero de la cooperativa de San Blas, quien me ofreció llevarme a La Tovara. Al llegar al estero encontramos a un grupo de niños que nadaban con pericia. Mientras esperábamos un poco a ver si llegaba alguien más que quisiera compartir la lancha, uno de los niños se cortó la planta de un pie. Era una herida honda y grande, y les recomendé a los otros niños que fueran a buscar a alguna de sus mamás o a alguien que le vendara el pie, pero me miraron extrañados. Me dijeron que se hieren así con frecuencia, y que no importa, que solos se curan. Me sorprendió la seguridad con la que hablaban, y la cantidad de sangre que el niño había derramado. Entonces se fueron, como si no hubiera pasado nada, y yo me embarqué en la lancha.

El camino hacia La Tovara serpentea entre los manglares, desdoblado por el espejo del agua. Algunos recodos son bastante oscuros, mientras que otros son a cielo abierto. Hay muchas especies de aves, tortugas y garzas, y los cocodrilos se recuestan sobre los troncos a sus anchas. Es muy común verlos flotar ahí tranquilamente, acostumbrados al ruido de los motores, sin inmutarse ante los curiosos.

Edgar me dijo que en ese lugar se han hecho muchos documentales para canales de televisión como el Discovery Channel, o reportajes para National Geographic, por la cantidad y el tipo de aves raras que hay en la región. Luego pasamos por una zona donde hay unas chozas sobre el estero, donde fueron filmadas unas escenas de la película Cabeza de Vaca.

La Tovara está al final de ese camino entre manglares. Es un manantial rodeado de exuberante vegetación, un ojo de agua sorprendentemente clara, habitado por muchas clases de peces de todos los tamaños. Nadar ahí es una delicia, por su agua limpia, de unos cuatro metros de profundidad, y donde se puede observar a los peces con o sin visor. A un lado del ojo de agua hay un restaurante donde se vende desde langosta hasta chocolate, y un columpio a unos dos metros sobre el agua que puede volverse adictivo hasta para el más cobarde.

Los adultos nos mezclábamos con los niños esperando turno para saltar sobre el agua, y yo lo estaba pasando formidable, pero desafortunadamente el recorrido en lancha sólo permite una hora en La Tovara, y ya mi guía me estaba esperando para volver. En el camino de regreso le pregunté si a los habitantes de La Tovara les gustaría recibir más turismo, y me dijo que por una parte sí, por el conocer gente y por las ganancias, pero por otra no, por el riesgo de ser expulsados por inversionistas sin escrúpulos.

Luego me dijo que al visitar San Blas también vale la pena ir a la Isla Isabel, que es una reserva ecológica con muchos tipos de aves, especialmente patos y ocho o nueve tipos de garzas. Me contó que los principales peces que se atrapan en San Blas son constantino, pargo, robalo y mojarra, y en cuanto a mariscos, los ostiones y camarones. Vimos unos cuantos cocodrilos más y muchas garzas, y llegamos al embarcadero.

Por la tarde fui a la playa de San Blas. Un mar tibio, tranquilo, plateado por el sol, con enramadas que ofrecen pescado, langosta y mariscos. Encontré un sitio que se llama El Jején Feliz. Y efectivamente estaba lleno de jejenes felices con mi sangre (en algunos lugares de la costa llaman jejenes a los minúsculos e incisivos mosquitos de playa, más pequeños que los moscos que rondan el pueblo). Desde ahí pude ver el sol caer, como fruta madura, tras el rompeolas, y teñir de rosas y naranjas el cielo y el agua.

Luego fui al centro del pueblo a ver a la gente de la plaza, tomando aguas de frutas o comprando comida en los puestos. Encontré un café internet y al entrar lo primero que vi como protector de pantalla de una computadora fue una imagen de las torres gemelas de Nueva York, una en llamas y otra a punto de ser estrellada por un avión. La fotografía me sorprendió, no precisamente por su espectacularidad, sino por estar justo en ese pueblo pequeño, tranquilo, al parecer al margen de catástrofes semejantes, justo el paradaiso.

Al día siguiente, para despedirme de San Blas, decidí aventurarme en una de las muchas tiendas que venden pan de plátano recién horneado: un pan de plátano con nueces es la mejor forma de dejar un lugar como San Blas, la mejor compañía para cruzar un camino que conjuga todos los verdes, salpicado por la espuma del Pacífico.

viernes, 3 de agosto de 2007

INVOCACIÓN

Al disiparse la tolvanera de este invierno,
cuando el cielo alcance claridad
y el frío se desmenuce
como polvo en el agua

Cuando los lagrimales ya agotados
permanezcan como pozos secos
y no haya soplos
que los humedezcan

En el paraje donde la garganta se distiende
como esfínter dispuesto
a murmurar claves de terciopelo
y salmos

Cuando al fin los intrincados matorrales
queden atrás,
las zarzas de los miedos
las espinas del recuerdo

En el talud donde todo termina al fin,
en la ausencia de caminos,
ingravidez absorta
que precede al nacimiento

Ahí donde todo comienza
ahí
estarás
al fin.

miércoles, 1 de agosto de 2007

PORTAFOLIO MÍNIMO

Por María Vázquez Valdez

Berlin Alexanderplatz, Fassbinder in memoriam. Berlín

Cielos del desierto. San Luis Potosí

Acechando el Gran Cañón. Arizona

Fuego. Isla del Sol, Bolivia

Volcanes desde el aire. Ciudad de México
Colonia en el mar. Baja California Sur

De arena. Petra, Jordania

En el viento. Holanda

Geometría. Camino del Inca, Perú

Gigantes. Luxor, Egipto.

La nieve allá tan alto. Camino del Inca, Perú


Mar Muerto desde el Masada. Israel

Membrana. Copacabana, Bolivia

Niña de los Uros. Lago Titikaka, Bolivia

Reflejos. Selva fría, Chile

Ruta hacia el azul. Lago Titikaka, Bolivia

El Gran Cañón desde la arquitectura de Mary Colter. Arizona

Santuario. Machu Picchu, Perú


Umbral. Petra, Jordania

Yohualichan. Chiapas

Desde el aire. Texas

Zona del Silencio. Durango