martes, 26 de agosto de 2008


EXPOSICIÓN

VAGABUNDEO

CANAL 22


Invito a la exposición Vagabundeo del Canal 22,
donde participo con algunas imágenes, y que cumple ya un año.
La inauguración es el 29 de agosto a las 7.30 p.m.
Galería Encanta
Chihuahua 216 esq. Monterrey
Colonia Roma

Espero que nos veamos por ahí.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Feria del Libro Zacatecas 2008
El domingo 24 de agosto de 2008 presentaremos las revistas
Arcilla Roja (a las 16:00 horas)
y Alforja (a las 18:00 horas)

Presentaremos:
José Vicente Anaya
Israel Piña
Brenda Rodríguez
Jorge Vázquez Valdez
Carlos Velázquez
María Vázquez Valdez

Aquí un video sobre Zacatecas y esta Feria:
Festival Lenguas de América
2006
Aquí un pequeño video que me acaban de compartir de este festival en el que participé traduciendo a Margaret Randall
(ya viene el de este año, por cierto: altamente recomendable).
http://www.nacionmulticultural.unam.mx/Portal/Derecho/MULTIMEDIA/poesia/poesia.html

jueves, 14 de agosto de 2008

MATACANES
O CÓMO SALTAR DOCE METROS
(CON GRACIA SINGULAR)
AL AGUA HELADA

María Vázquez Valdez

Las referencias y comentarios previos amedrentaban, que ni qué: aventarse a más de 30 saltos de agua con alturas de hasta doce metros; caer desde más de seis metros en la oscuridad a ríos subterráneos; deslizarse por toboganes naturales y cascadas de diferentes longitudes, hacer rapel de hasta 27 metros de altura.

Caminar, gatear, subir y bajar, arrastrarse, aventarse, nadar, lidiar con piedras chiquitas y grandotas, resbalosas o rugosas; disfrutar de un paisaje impresionante durante doce horas de recorrido, nadar metros y metros en la semi oscuridad de cuevas y ríos subterráneos, junto a estalagmitas y estalactitas antiguas, en paredes que se antojan ancestrales, sabias, beber el agua pura de veneros. El resultado: fascinante e inolvidable. Así podría resumir el camino que emprendimos en el Cañón de Matacanes el sábado 9 de agosto.

Para situarnos, este cañón está ubicado en Santiago Nuevo León, al norte de México y forma parte del Parque Nacional Cumbres de Monterrey. El sitio es conocido desde hace más de veinte años, y se supone (según algunas versiones) que su nombre se deriva de algunas formaciones de las cuevas que, como estalactitas, surgen de arriba de las cavidades y tienen enormes diámetros por los que caen grandes cantidades de agua. El sitio está protegido como patrimonio, y según nuestro guía Juan Carlos (padre), de Regioaventura, es uno de los más importantes en el mundo para practicar este tipo de cañonismo en particular, aparte de un cañón en Francia y otro en Costa Rica.

Pues bien, nos guiaron tres expertos: los dos Juan Carlos (padre e hijo) y Ángel, que se lucieron por su profesionalismo a la hora de llevarnos por el cañón, pues se conocen el sitio, sobre todo Juan Carlos grande, palmo a palmo (“cuidado, ahí debajo del agua hay una gran piedra”, “por allá hay un tronco hundido”, “camina por aquí”, “esquiva esa parte”). Lo más impresionante es que además de que nos guiaron e hicieron gala de clavados diestros, a Juan Carlos hijo le dio tiempo de hacernos una serie larguísima de fotos, algunas de las cuales incluyo aquí.

Entremos pues en materia de agua helada: el recorrido inició la madrugada del sábado 9, pues nos citaron a las 4.30 a.m. fuera de Monterrey. Llegamos unos minutos después de la hora, ya todos estaban listos, y emprendimos la salida, que pronto se volvió camino de terracería y trechos pedregosos que de vez en vez tundieron el chasis de la camioneta.
Casi al amanecer llegamos al sitio de partida, donde nos dieron trajes de neopreno, chalecos, arneses y cascos. También algo ligero de desayunar. Nos cambiamos y he aquí el resultado: un equipo de trece (tres mujeres y diez hombres) y tres guías (uno de los cuales tomó la foto).

Todos al salir a la aventura

(Yo soy la única sin casco)

A partir de ahí caminamos poco más de una hora entre las montañas hasta llegar a unas pozas de agua donde nos zambullimos por primera vez: helada, por cierto, de ahí en adelante.
Lo primero fue esperar a que nos tocara el turno de bajar el primer rapel de 27 metros. Había más grupos situados en otros puntos, y Juan Carlos nos instaló en uno de los extremos. Comenzó el descenso.

Aquí todos tras el segundo rapel

Al llegar casi hasta abajo vino uno de los primeros clavados, luego nadar hasta la orilla y dar los primeros saltos, hasta llegar al segundo rapel, para bajar casi en la oscuridad, y volver a saltar y nadar hasta la orilla. ¡Qué frío al salir del agua!
Al parecer era la única que tenía ese nivel de frío, sólo explicable por la poca carne de mis 46 kilos, pues veía a los demás tan rozagantes cubiertos por su grasa corporal que no podía creer tal hipotermia, que por suerte se desvaneció al seguir avanzando a lo que Juan Carlos nos había dicho que era el verdadero Matacanes.

Y de ahí, a brincar y caer se ha dicho...

Jorge cayendo
Mi resbalón extraño por una de las bajadas


Uno de mis primeros brincos
Uno de los toboganes

El salto de la amistad

El río subterráneo nos recibió con lo que llaman el Salto de la Fe: una caída en la oscuridad de varios metros. No estoy segura de cuántos, me parece que son más de seis pero no estoy segura. Lo cierto es que ahí no se ve nada, sólo el casco pequeñísimo del compañero que se lanza antes que uno, lo cual indica que el tamaño del brinco será considerable.
Saltar en la oscuridad puede parecer tan fácil como difícil. Entre mis compañeros escuché varias versiones: lo disfruté mucho, fue terrorífico, me fascinó, no sentí nada. En un principio creí que me sería difícil, pero no fue así. Por un lado el no ver me ayudó a no sentir miedo, y por otro confiaba en mi cuerpo: salté a la oscuridad y caí en blandito. Es uno de los saltos que más me gustaron, y creo que es cierto: es el salto de la fe en uno mismo.
Luego avanzamos en la oscuridad por el río subterráneo, impresionante por su majestuosidad antigua y una carga de misterio que sitúa la pequeñez humana frente a lo inefable. Algo así sentí hace un año exactamente en el Gran Cañón: una mezcla de agradecimiento y veneración –una pequeñez enaltecida.

Creo que Juan Carlos tenía razón: había empezado el verdadero Matacanes, y al llegar al final del río subterráneo, cuando salimos todos a la luz en una especie de nacimiento y en silencio, sentí que ese grupo heterogéneo que no se conocía se cohesionó de alguna manera.

Aquí todos al bajar el segundo rapel y a punto de entrar al siguiente río subterráneo


Jorge, Luis y Ángel en el río

Saliendo a la luz

Los trece

Avanzando

Luego vinieron los saltos múltiples, los toboganes, las caídas.

Uno de mis primeros saltitos

Uno de los saltos de Ángel

Yo, de bajada

Jorge en pleno salto

De ahí alcanzamos la parte más intimidante de Matacanes: los grandes saltos. En el de seis metros nos dieron dos opciones más: ocho y diez. Sólo cinco del grupo optamos por los diez metros.

Pero a ver, expliquémonos: no es que me encante tirarme de las alturas a la menor oportunidad ni que ande buscando azoteas para brincar a lo Matrix, pero pensé que si saltaba diez metros, doce no me serían tan difíciles; además, uno de los compas me había dicho: lánzate, no sabes si volverás. Y entonces ya ni lo pensé, así que me lancé con los otros aventados. El resultado fue un poco doloroso, como se puede deducir de la foto que tomaron de mi avezado clavadito.

Aquí uno de los saltos de Juan Carlos


Mi saltito de diez

Qué tal esta caída

Mi caída en un tobogán

Luego llegó el temido doce que nos traía con los pelos de punta a tod@s. De ahí saltamos once de los trece compañeros, lo cual enorgulleció enormemente a los guías, que ya tenían rato diciendo que éramos un muy buen grupo: todos avanzando, aventándose, domando los miedos personales (si los había) o controlando el ansia de adrenalina en algunos casos. Que saltáramos once de trece era para ellos algo muy poco usual. Para mí, el de doce fue, en efecto, mucho más sencillo que el de diez. Para empezar caí mucho mejor, por lo que no me dolió tanto salva sea la parte, y me sentía mucho más confiada. Incluso me pareció menos alto que el de diez (there is no spoon).

Mi gracioso salto
Caigo, caigo
Entro al agua
(si no con gracia, al menos sin desgracia)

La caída de Jorge
Ya de ahí todo fue de bajada. Sentíamos que se habían cubierto las expectativas con creces y que no venían los retos terribles. Sí llegaron muchas caídas más, como una (que nos comentó Luis que no se animaba a saltar en una excursión anterior) de nueve metros en la semi oscuridad, pero todos saltamos sin problemas.
Luego otro río subterráneo de 45 metros, impresionante también, con caídas de agua, veneros, silencio.
Tratando (sin éxito) de detener el agua

Jorge, y más abajo ya de salida por el río subterráneo

Fuimos saliendo poco a poco, cada vez brincando menos, cada vez nadando menos y caminando más, hasta que dejamos por fin el agua. Después vino una caminata de una hora aproximadamente y luego a cambiarse y prepararnos para emprender el regreso. Ya todos con ropa seca recuperamos identidades, nos reconocimos sin cascos ni chalecos iguales. Anduvimos cerca de una hora de regreso en el camino rudo de terracería hasta que llegamos a un restaurante sencillo a devorar algo de comida. Ahí nos dijo Juan Carlos que a veces le llegan varios tipos de grupos: pésimos, buenos, muy buenos y hasta excelentes. Le pregunté cómo era nuestro grupo, me dijo que era excelente, lo cual nos mandó a todos con satisfacciones incrementadas, sobre todo porque aparte de un tobillo torcido de uno de los compañeros (nada grave) volvimos sanos y salvos. Y después a despedirnos.

Llegamos temprano a casa de Luis, según nos dijo su hermano al día siguiente: pensaba que llegaríamos alrededor de las nueve en estado lamentable, y nos vio salir de su casa a las ocho ya bañados y contentos rumbo a la pantalla Imax de Monterrey para ver Batman, a la función de las diez, con sus saltos altísimos e impresionantes, pero nada entrañables comparados con los que ya llevábamos (y llevamos) entre la piel y la memoria.

lunes, 11 de agosto de 2008

VANCOUVER
JULIO DE 2008
De viaje en Vancouver, del 19 al 27 de julio (con cumpleaños de por medio), dejo aquí estas fotos. La primera es de la Grouse Mountain, una montaña altísima desde la cual se ve Vancouver, y donde hay osos, cuervos, lobos, etc. La segunda es del centro de Vancouver, con el marcador del tiempo que falta para las Olimpiadas que se llevarán a cabo en Vancouver, y la última es de los fuegos artificiales, un concurso que se lleva a cabo cada año en la ciudad. Esta imagen es de los fuegos artificiales del 23 de julio, que comenzaron con música de Pink Floyd.




En el acuario de Vancouver viven estas medusas que son un elogio a la simetría y a los seres gráciles, ahí también encontré una ballena beluga recién nacida, leones marinos, tiburones, delfines, una gran tortuga, etc. Un lugar muy interesante.
La foto de enmedio es en Granville Island.

TÓTEMS EN VANCOUVER

Aquí algunos atisbos a la grandeza de los tótems en el norte del continente. La primera y la última son del Museo de Antropología de Vancouver, la de enmedio es de tótems que están en el Capilano, un puente colgante impresionante que conecta a una zona de más puentes entre árboles enormes.