miércoles, 12 de mayo de 2010

Perseguidos por proteger a nuestro planeta


Publicado en el número 7 de la revista de Greenpeace, GPMX
(Primer cuatrimestre de 2010)

María Vázquez Valdez

Los “activistas de la alfombra roja” (entre ellos Juan López de Uralde, director de Greenpeace España), detenidos en la pasada Cumbre del Clima en Copenhague, son un caso que se suma a la lucha de innumerables activistas de Greenpeace que, en todo el mundo, han defendido con determinación a nuestro planeta, aun a costa de su libertad e incluso de sus propias vidas.

Los helados días en la diminuta isla de Amchitka, situada en el Pacífico Norte —donde Estados Unidos realizó una prueba nuclear subterránea en 1969—, fueron escenario de los primeros momentos de activismo de Greenpeace, cuando en un viejo barco pesquero —y rentado—, el Phyllis Cormack, los primeros activistas de la organización navegaron hacia la bomba, con valor y decisión, arriesgando sus vidas y sin la seguridad de que, al menos, lograrían un cambio significativo.

Esta acción, junto con otras, logró salvar un santuario de vida salvaje al oeste de Alaska, hogar de halcones peregrinos, águilas calvas y nutrias en peligro de extinción.

Desde entonces, acciones directas no violentas, llevadas a cabo por activistas de Greenpeace, han logrado detener en muchos lugares del planeta el marasmo de destrucción y depredación que amenaza el bienestar de esos espacios y sus especies.

Aquí presentamos casos inspiradores y recientes de activistas de Greenpeace que han sido perseguidos, arrestados, y en algunos casos agredidos en sus derechos humanos y civiles por hacer evidentes casos de corrupción que atentan contra el medio ambiente, o por exigir el liderazgo de mandatarios frente a problemas que amenazan la supervivencia del planeta, como es el caso de los activistas detenidos durante la Cumbre de Copenhague.

Los “activistas de la alfombra roja”

Cuatro integrantes de Greenpeace fueron arrestados el 17 de diciembre de 2009 durante la Cumbre del Clima que se llevó a cabo en Copenhague, por irrumpir pacífica y respetuosamente en la cena de gala ofrecida por la reina Margarita II a los jefes de Estado que asistieron.

La 15ª Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático fue el escenario de una protesta cuyo objetivo fue hacer un llamado a los políticos del mundo reunidos ahí para que actuaran decididamente en la lucha contra el cambio climático. Durante la acción, los miembros de Greenpeace desplegaron dos pancartas con el lema: “Los políticos hablan, los líderes actúan” en la entrada del Salón de los Caballeros del Palacio de Christiansborg.

Los activistas detenidos son Juan López de Uralde, director de Greenpeace España, Nora Christiansen, de Noruega, Joris Thijssen, de Holanda y Christian Schmutz, de Suiza. Los cargos que se les imputaron fueron transgresión y falsificación de documentos, y se vieron agravados porque se encontraban en la proximidad de la reina Margarita II. Schmutz también fue acusado de hacerse pasar por un oficial de policía.

Según el testimonio de Juan López de Uralde (Juancho), quien además es director de Greenpeace España, “nuestras pancartas sólo duraron unos segundos desplegadas. Enseguida nos rodearon guardias de seguridad y nos metieron en una sala adjunta a la entrada en la que se encontraban los periodistas gráficos. De rodillas en el suelo me pusieron las esposas: ‘son las ocho y veinte y estás detenido’, me dijeron. Luego lo mismo a Nora y finalmente a Christian. Allí empieza nuestra odisea por las catacumbas de la Cumbre del Clima de Copenhague”.

En 24 horas, más de trece mil personas dieron su apoyo a los activistas y anunciaron que apoyarían desobediencia civil futura relacionada con el caso. Se llevaron a cabo concentraciones multitudinarias en España y en muchos otros países para pedir la libertad de los cuatro detenidos, y miles de personas en decenas de ciudades salieron a la calle durante las navidades. Greenpeace México se mantuvo muy activo frente a este castigo desmesurado hacia los activistas del clima.

La embajada de Dinamarca en México se convirtió en el escenario de tres grandes movilizaciones: el 23 de diciembre, cuando se comunicó que se prolongaría la estancia en la cárcel; el 29 de diciembre, con la participación de personalidades del mundo social y cultural; y el 6 de enero, cuando finalmente se dio a conocer la puesta en libertad de los detenidos, después de 20 días. La liberación ocurrió un día antes de que el caso fuera revisado por un juez danés, ya que todavía enfrentaban tres cargos y posibles condenas por los mismos.

Según el director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi Naidoo, el arresto de estos cuatro activistas fue una detención preventiva sin juicio, lo cual violó derechos humanos, especialmente en este caso con un arresto tan largo: “Esta situación me recuerda los tiempos del movimiento anti-apartheid, cuando la policía irrumpía en las casas para llevar a cabo arrestos preventivos (…) Si nuestros líderes no actúan, los ciudadanos tienen como último recurso la desobediencia civil para proteger el futuro de nuestro planeta. Las acciones diseñadas para impulsar a los políticos a la acción contra el calentamiento climático son asimismo una forma de trabajo comunitario”.

En un extenso testimonio, Juancho nos permitió atisbar el trato que recibieron, no como activistas, sino como criminales:

“Después de unos minutos en esa habitación nos bajan al patio y nos introducen en una furgoneta de la policía. El autobús nos lleva al llamado ‘Guantánamo del Clima’, una cárcel especial, habilitada por el gobierno danés, para la COP15 que se parece más a una perrera. Miles de jaulas en las que encierran a los manifestantes. Allí me toman la filiación y me hacen las fotos de rigor. Un policía con pinta de jefe se me acerca y me dice al oído ‘respekt’. Descubro así que contamos con la simpatía de, al menos, alguna gente de la propia policía. Pero no cabe duda de que a sus jefes no les gustó nuestra acción. Nos van a llevar a otro lado, nos dicen. Así que tuvimos que abandonar en ese Guantánamo a unos 50 activistas de Greenpeace que se ponen de pie y nos ovacionan mientras atravesamos el pasillo entre sus celdas. Nos emocionan esos aplausos, que será el único gesto de cariño externo que recibiremos durante más de veinte días”. 

Junichi y Toru: contra la cacería de ballenas

En 2008, los activistas Junichi Sato y Toru Suzuki protagonizaron un escándalo que involucró la corrupción del gobierno japonés, entrelazado con el pago de impuestos y la industria ballenera de Japón.

Junichi y Toru dieron a conocer el empaquetamiento y tráfico ilegal de carne de ballena que transportaban de contrabando miembros de la tripulación de la flota de caza de ballenas para su beneficio personal. Sus descubrimientos pusieron en evidencia prácticas gubernamentales corruptas, información pública censurada y su vinculación con la matanza comercial de miles de ballenas. En este caso en concreto se trataba de carne de cetáceos bebés (considerada la más tierna de esta especie), para producir lo que se conoce como “unesu” (tocino de ballena), que sería regalado a los miembros de la tripulación.

Los activistas estuvieron bajo arresto por 26 días, 23 de ellos sin cargos, a menudo atados a sillas mientras eran interrogados, sin un abogado presente, enfrentando la posibilidad de pasar en prisión diez años por exponer estos casos concretos de corrupción.

Mientras la acusación pretendía señalarlos como criminales, lo que en realidad resultó obvio es que la caza de ballenas es lo que está realmente en juicio en Aomori, Japón, entre otras cosas porque antes de que se expusiera el escándalo, un oficial de la Agencia Pesquera Japonesa señaló que la tripulación no recibía carne de ballena. Pero después de que Junichi y Toru expusieron el empaquetamiento, la respuesta de los involucrados en la flota ballenera fueron diversas. La compañía que operaba la flota, Kyodo Senpaku, cambió su historia tres veces en casi el mismo número de días, y ahora acepta que cada miembro de la tripulación recibe 9.5 kilos de carne de ballena.

Desde el arresto inicial de Junichi y Toru, en junio de 2008, más de un cuarto de millón de personas firmaron una petición para demandar justicia para los activistas, y expertos en leyes de todo el mundo expresaron preocupación por el caso, incluyendo grupos como Amnistía Internacional, que cuestionaron la legitimidad de las acusaciones. Greenpeace realizó diversas protestas en las embajadas de Japón de más de 30 países, incluido México.

En marzo de 2010, los activistas Junichi y Toru defendieron en la corte las acciones que llevaron a cabo, acerca de lo cual, Yuichi Kaido, su abogado defensor, señala: “Se puede considerar que mis clientes no cometieron ninguna ofensa, ya que lo que hicieron fue exponer un crimen del más grande interés público, y lo hicieron con total transparencia siempre. El acusador ignora tanto el motivo como la justificación para las acciones de mis clientes, y procura tenazmente restringir este juicio a uno de ‘robo’ y ‘entrada ilegal’, que claramente no lo es. La acusación es trillada, y lo sabe”.

La acusación contra Junichi y Toru dura ya casi dos años, mientras ninguno de los balleneros ha sido procesado. La reacción contra los activistas incluyó que no menos de 75 policías invadieran la oficina de Greenpeace en Tokio y las casas de cinco empleados de la organización. El caso continúa abierto.

Los activistas del Monte Rushmore: por el clima

El 8 de julio de 2009, activistas de Greenpeace desplegaron un enorme mensaje a la derecha de la cabeza que representa a Abraham Lincoln en el Monte Rushmore. El mensaje mostraba una enorme fotografía con una parte del rostro del presidente Barack Obama (casi de las dimensiones de la cabeza de Lincoln), en el cual se leía: “America Honors Leaders, Not Politicians: Stop Global Warming” (América honra a líderes, no a políticos: alto al calentamiento global).

Esta acción fue un reto claramente dirigido al presidente Obama para que tomara una postura firme acerca del Cambio Climático durante la Cumbre del Clima que se llevó a cabo en Copenhague en diciembre del año pasado.

Fueron once los activistas que llevaron a cabo esta acción directa no violenta. El hecho de que no hubiera daños al monumento (y que además el juez lo reconociera) influyó en la sentencia, así como una larga tradición de protesta pacífica en Estados Unidos.

Los activistas de Rushmore fueron sentenciados en enero de 2010 por desobediencia civil y recibieron una multa de 460 dólares cada uno. También deberán ejercer servicio comunitario de 50 a 100 horas en el Monte Rushmore, dependiendo de la sentencia que recibieron en cada caso.

Otros tres cargos contra los activistas fueron descartados, así como los cargos contra Greenpeace. En un decreto civil, la organización aceptó pagar una suma de 30,866 dólares que será destinada a programas de conservación de parques públicos. Un activista con antecedentes de desobediencia civil pacífica fue sentenciado a dos días de prisión. 

Nuestro compromiso con la Tierra

Las palabras de Juancho dan sentido al caso de los cuatro “activistas de la alfombra roja”, pero también a los de muchos otros activistas que han protagonizado casos similares: “Hoy más que nunca es imprescindible el trabajo desde la sociedad civil: no dejaremos que nos marginen, ni que nos silencien como han pretendido hacer en Copenhague. Sabemos que nuestra lucha pacífica es la de millones de personas que se preocupan por el futuro. Así que desde esta página sólo podemos ratificar nuestro compromiso con la Tierra, y mantener la presión hasta conseguir ese compromiso que hoy nos parece tan lejano, pero que todavía es posible”.  

sábado, 1 de mayo de 2010

Marruecos

No lo imaginaba tan grande
e inescrutable

Vasto y complejo cofre
de perlas que destellan en el desierto

Marruecos se me apareció
inesperado
para insertarse entre mis ojos

Tulipán lacustre
y nueva pieza
de fulgor incomprensible

Un país adolorido
pulverizado como su desierto
y espigado en sus mezquitas

Un rey y sus palacios opulentos
y tantos, tantos pobres
sin leer
sin comer
sorbiendo droga
para olvidar la cárcel
y la herida
el ser niños
en infiernos prematuros
con visiones grotescas
en curtidurías de colores
y olores tan siniestros
como una hoguera de pieles
de animales desollados


He enriquecido el corazón
en Marruecos
me han crecido el alma
y la tristeza
se me han dilatado los ojos
de horizontes
flechados como dunas por el viento
entibiados como sombras
en atardeceres rojos


He sentido mis huesos
en Marruecos
de tanto andar por Marrakech
por la Fez que casi me succiona


He sentido las cuestas blancas de Tánger

y el cielo, el cielo

tan bello tan guadaña


tan sabio el cielo
tan desconocido
sobre el Mediterráneo
profundo y grácil
como terciopelo
que se quiebra
en mí y entre tormentas.

 María Vázquez Valdez