Tierra antigua engarzada de colores
donde el cielo es un rosario
de cuentas translúcidas
y horizontes en tormenta
Huele a tiempo este aire
desgranado en soledades agridulces
aglomeradas entre los recuerdos,
fotos carcomidas por la sangre evaporada,
por los sueños incumplidos de tan vivos
Pero la estirpe sigue floreciendo
entre abrojos y cizaña,
se abre paso la carne surcando cicatrices,
y en la arena se dibujan huellas sobre huellas
un canto permanente se desdobla
y acompaña tiempos otros, en silencio
La marcha acompasada de los días
gotea en una urdimbre sin sosiego
como un alud violento que sin embargo
no alcanza, no marchita al viento
Estamos aún y somos otros,
ataviados en el terciopelo de la historia,
sosteniendo un manojo de holocaustos,
pero iluminados aún por soles primigenios.
María Vázquez Valdez
miércoles, 15 de septiembre de 2010
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