María Vázquez Valdez
Cachemira es alta
Suena a tumulto de águilas
Es glacial en invierno,
firmamento espigado
en el que se contemplan
los Himalayas
Cachemira huele a cicatriz,
a un Pakistán escindido,
a la India que reverbera en sus mezquitas,
India musulmana
cubierta de lana de oveja,
casas de madera y shikaras que se deslizan
sobre un espejo de agua
Tan cerca del Tibet
y al pie de Nepal,
la provincia más altiva
del inmenso territorio hindú
contiene a Srinagar,
que desde el cielo
es un puñado de casas plateadas
tocadas por el río
como piezas lanzadas desde lo alto,
y los Himalayas
aparecen protuberantes,
coronados de blanco
nubes nieve
se pierden en el horizonte,
familia de raigambre inescrutable
Tan blanca en invierno,
helada magnitud,
Cachemira suena a cicatriz
Al tocarla se cimbra
como piel herida
En sus muros alguien arañó
We want freedom!,
y sus habitantes saben
que un pedazo de su tierra
aúlla en Pakistán
Pero el ‘47 fue tan violento,
tanta sangre vuelta polvo
que la ruptura se volvió destino
Y ahora Cachemira,
tan alta,
tan diamante en el anillo,
apenas desciende sus ojos
color azafrán,
entre pájaros que se funden
enjambres esbeltos en la niebla
Hay fuego en Cachemira
Fuego sagrado en el centro
de los hogares,
fuego en el kangri que calienta las manos,
fuego en los Himalayas
que esculpe con rayos
las siluetas de gigantes pertrechados
Hay fuego en el amanecer,
sol rojo sangre
que se alza
tras el blanco iridiscente
Hay fuego en las mezquitas
que reverberan en la madrugada
con un zumbido que crece,
insólito rezo
canto infinito canto
de El Corán
Hay fuego en Cachemira
Inquieto fuego que salpica fuego
en un frío resplandor diseminado.
Cachemira, India
27 de diciembre de 2010
GRANTH SAHIB*
Todo el día se eleva,
fumarola sin humo
en llama sagrada audible
invisible
El canto permea
la grandeza del templo de oro,
Hari Mandir
la precisión del rito
en una caída
que induce al trance
a la quietud
Porque es quietud lo que ahí habita
dentro del oro
que se alza en templo,
es quietud que se desliza
consciente de sí misma,
latido solo
que navega por el parikrama,
camino de mármol hacia el infinito
Ascenso hasta el silencio
En una barca de viento sobre el néctar
el pecho es un cofre inmenso
donde palpita toda la fuerza
dulcemente
Aquí no hay tormentas,
no hay cuarteaduras,
todo se conecta en círculo
como en un aro,
fuego que disminuye los contornos
Aquí no hay separación,
todo abreva en sí mismo
y hacia todos los confines.
Amritsar, India
28 de diciembre de 2010
* El Granth Sahib es el libro santo del sijismo, religión monoteísta fundada por Nanak en el siglo XVI. Tiene 1430 páginas, y es considerado la autoridad espiritual suprema de la religión sij. El Templo Dorado de Amritsar, o Hari Mandir, es el sitio donde se resguarda este libro.
JALLANWALLAH BAGH*
En esas paredes ocres
la carne fue perforada a balazos,
la sangre de cientos de muertos,
el horror de diez mil vivos
atrapados
fulminados por las armas inglesas
la masacre ahora llama perpetua
monumento
El general Dyer
es recuerdo ominoso en un museo
mención dolorosa para ingleses,
para hindúes
para todos
Decisión cruenta
que trató de apagar el incendio,
y que inundó con gasolina la Historia.
India
1919
Los mártires de Jallanwallah Bagh
tienen ojos grandes,
profundos ojos que perforan
desde fotografías antiguas
Recorren el largo pasillo,
los jardines,
las pequeñas construcciones
marcadas por las armas
Los mártires de Jallanwallah Bagh
se sientan bajo árboles antiguos
y alrededor de un monumento,
avivan el fuego perpetuo del lugar,
musitan suavemente
sobre la tierra,
y resuenan en los gritos
de jóvenes que portan banderas,
levantándose sobre las cenizas
para que no olvidemos los ojos profundos,
las miradas que perforan
desde la barbarie.
Amritsar, India
29 de diciembre de 2010
*Jallanwallah Bagh es el sitio donde se llevó a cabo una masacre el 19 de abril de 1919 en Amritsar, por parte del ejército inglés, al mando del general Reginald Dyer. Según cifras del Congreso Nacional Indio el número de heridos fue de más de 1,500, y cerca de 1,000 personas murieron.
LA CIUDAD DE SHIVA
Varanassi se deshace por las noches
y se construye cada mañana.
Laberinto en una orilla,
nudo de rezos,
recreación de una serpiente de agua
invocada durante el sueño
entre nubes de sándalo
Corazón que retumba, ancestral,
ofrenda de siglos
que se renueva con el amanecer
Un ser
loado
yace ahí, sonrisa de agua,
madre antigua
evaporada en niebla,
vientre abierto,
la muerte que reencarna
o se conjura con el moksha*
Apacible,
el Ganges se distiende
como un abrazo,
ancho cinturón
adornado con el reflejo de las nubes,
jaspeado de flores amarillas
insufladas de mantras
Ofrendas en el Ganges,
carne que reza, se baña, invoca,
se ofrece hasta la muerte,
cuando los maderos arden
sobre el río
y las cenizas se amontonan
en la abstracción del olvido
Cada ghat es un mundo,
pero Manikarnka es la puerta oscura,
el carbón encendido
en el que centellea
el ojo negro de la muerte
que sin embargo
no convoca el sufrimiento
ni el llanto
La India cruda,
la antigua India
se destila en una ceremonia
que surca conjuros centenarios
y llega a Varanassi cada noche
Guerreros espigados
se desdoblan para honrar a la Madre Ganga
y la Ganga Diosa
recibe cada atardecer cobras de metal,
velas, incienso, flores, mantras
en devoción catapultada,
amor profundo
incomprensible amor
que erige un pedestal inmenso
al agua imantada
con eras de rezos y ruegos
la muerte y la vida se eslabonan
en esas aguas
con amor incomprensible
profundo amor
decantado en siglos.
Varanassi, India
2 de enero de 2011
* En hinduismo el término en sánscrito, moksha se refiere a la liberación espiritual. Durante siglos los hindúes han viajado a Varanassi, la ciudad sagrada en el Ganges, para obtener el moksha en el momento de la muerte, y liberarse del ciclo de las reencarnaciones.
INDIA
India es majestuosa,
tiene la altivez
de la Diosa entre los dioses,
viva como llama incandescente
danza en la perfección de sus templos,
en el santuario de sus montañas,
en el misterio de sus ríos,
en la profundidad de sus cantos.
Un libro sagrado toda ella,
urdimbre de profetas y masacres,
anhelo que aún duele
en las escisiones violentas de la sangre.
Un ritual al rojo vivo,
India fermentada,
dolor cauterizado entre nubes de sándalo,
en la ferviente ofrenda
que se desliza sobre un río iluminado.
Antípoda de sí misma
la India me despide
con hálito agridulce.
En este mismo cuerpo
se conectan dos polos:
el impacto y el asombro,
el arrobamiento
y la tristeza.
Mi corazón ha navegado extasiado
por altos palacios blancos,
hermosas cámaras funerarias
y ceremonias que erigen templos
evanescentes
fugaces templos de cuatro mil años,
cada noche sobre el Ganges.
Y ese mismo corazón
también se ha sentido avergonzado
ante la miseria de barracas insondables.
Un incomprensible sentido
de pérdida y ganancia
me remueve los cimientos,
como si allá en el fondo
hubiera presenciado la orilla
donde la majestad y la miseria
se eslabonan.
Me llevo un silencio ensordecedor:
el encuentro de mausoleos sobrios
e impensables
con el ruido violento de las calles.
Me llevo la visión pulcra y marmórea
de los gigantes templos
y las feroces dentelladas de la pobreza.
Pero sobre todo me llevo
el dulce abrazo que sentí
en los ojos de tanto desconocido,
la nobleza apenas perceptible
de un espíritu infantil constante,
un toque apenas de dulzura,
un soplo apenas,
un abrazo.
Aquí me he caído hasta lo alto,
y me he levantado hacia lo hondo,
abrazando la sencillez de lo sagrado,
tocando de cerca
el dolor de heridas abiertas.
Al despedirme arde el alma
con fuego sutil y violento,
agridulce fuego,
triste, enamorado fuego
de estos vientos,
tierno, agradecido
—tan agradecido— fuego.
Delhi, India
6 de enero de 2011
6 de enero de 2011
Poemas y foto: María Vázquez Valdez