ESTACIONES DEL ALBATROS
PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN
El pasado jueves 6 de noviembre se presentó en mi tierra roja zacatecana el libro Estaciones del Albatros (Ediciones de Medianoche, 2008), en el patio de rectoría de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Lamentablemente, obstáculos que no deberían ser infranqueables me impidieron asistir: la distancia, el exceso de trabajo y un accidente, cuestión que lamento mucho porque este libro representa muchas cosas para mí, y porque la presentación fue en mi terruño.
Aquí algunas palabras que envié a la presentación y que me hicieron favor de compartir mi hermano Jorge Alejandro Vázquez y mi amigo Juan José Macías, editor de estas colecciones:
Estaciones del albatros es en cierta forma un regreso a la reflexión, una cavilación sobre lo que la mente ha visitado y traducido en tinta y rutas por transitar; es un conjunto de visitas, de estaciones por las que me he detenido con curiosidad y luego las he transformado en palabras.
Estos renglones reúnen atisbos tan sólo, esbozos de acercamientos a la pintura, al cine, a la poesía. Aquí convergen las rutas alternas de Egon Schiele y David Lynch, distantes tanto en época como en cualidad de sus obras, pero que coinciden en búsquedas consistentes desarrolladas en contextos poco transitados hacia la expresión de lo vedado: en uno es la prohibición explícita de la época, en el otro es la incomprensión tácita del inconsciente.
La poesía es el núcleo medular de esta selección, y parte con la poesía palestina y su voz tan resquebrajada en la guerra como cimentada en el territorio. Luego confluyen aquí los pasos de Margaret Randall en la grieta portentosa del Gran Cañón y los cantos de Hadewijch de Amberes; y finalmente se reúnen los testimonios de los poetas Jerome Rothenberg y Pável Grushkó; uno estadounidense y el otro ruso, como dos polos que coinciden en una misma órbita: la traducción.
Publicados en distintos periódicos y revistas —de ahí su magro aparato bibliográfico—, estos textos coinciden con un colofón final: gozne para estas voces que son también objeto de asombro, pinceladas, momentos lúcidos que invocan la apertura del pensamiento a nuevos nacimientos, a un reencuentro entre los caminos andados y los umbrales nuevos.
Estos renglones reúnen atisbos tan sólo, esbozos de acercamientos a la pintura, al cine, a la poesía. Aquí convergen las rutas alternas de Egon Schiele y David Lynch, distantes tanto en época como en cualidad de sus obras, pero que coinciden en búsquedas consistentes desarrolladas en contextos poco transitados hacia la expresión de lo vedado: en uno es la prohibición explícita de la época, en el otro es la incomprensión tácita del inconsciente.
La poesía es el núcleo medular de esta selección, y parte con la poesía palestina y su voz tan resquebrajada en la guerra como cimentada en el territorio. Luego confluyen aquí los pasos de Margaret Randall en la grieta portentosa del Gran Cañón y los cantos de Hadewijch de Amberes; y finalmente se reúnen los testimonios de los poetas Jerome Rothenberg y Pável Grushkó; uno estadounidense y el otro ruso, como dos polos que coinciden en una misma órbita: la traducción.
Publicados en distintos periódicos y revistas —de ahí su magro aparato bibliográfico—, estos textos coinciden con un colofón final: gozne para estas voces que son también objeto de asombro, pinceladas, momentos lúcidos que invocan la apertura del pensamiento a nuevos nacimientos, a un reencuentro entre los caminos andados y los umbrales nuevos.
Ciudad de México, Noviembre de 2008
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