No lo imaginaba tan grande
e inescrutable
Vasto y complejo cofre
de perlas que destellan en el desierto
Marruecos se me apareció
inesperado
para insertarse entre mis ojos
Tulipán lacustre
y nueva pieza
de fulgor incomprensible
Un país adolorido
pulverizado como su desierto
y espigado en sus mezquitas
Un rey y sus palacios opulentos
y tantos, tantos pobres
sin leer
sin comer
sorbiendo droga
para olvidar la cárcel
y la herida
el ser niños
en infiernos prematuros
con visiones grotescas
en curtidurías de colores
y olores tan siniestros
como una hoguera de pieles
de animales desollados
He enriquecido el corazón
en Marruecos
me han crecido el alma
y la tristeza
se me han dilatado los ojos
de horizontes
flechados como dunas por el viento
entibiados como sombras
en atardeceres rojos
He sentido mis huesos
en Marruecos
de tanto andar por Marrakech
por la Fez que casi me succiona
He sentido las cuestas blancas de Tánger
y el cielo, el cielo
tan bello tan guadaña
tan sabio el cielo
tan desconocido
sobre el Mediterráneo
profundo y grácil
como terciopelo
que se quiebra
en mí y entre tormentas.
María Vázquez Valdez
sábado, 1 de mayo de 2010
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