Sonido de la savia entre los huesos,
sonido de la sangre y su conjuro,
sonido en el abrazo y en la hoguera
Habitación blanca es esta aurora,
desierto que despoja de espejismos,
silueta de la zarza y su alimento
Espejo
erosionado por el Sol,
dedos largos
que se hunden en los ojos
y tocan el pecho,
como a un laúd trémulo
¿Cómo callar
en la orilla azul
de este planeta?
El canto,
cuerpo volátil,
agua
Aliento de una flauta de lágrimas,
rostro de mármol en la cornisa
de una ciudad enjoyada
Alas brillantes
de un jilguero al atardecer,
restos asombrados
de una luz encarnada
Carne de vientos,
esfera de sombras
crepitando,
inicio de visiones
y de exilios
Nacimiento.
María Vázquez Valdez
Caldero
Alforja-Conaculta
1999
martes, 26 de octubre de 2010
lunes, 25 de octubre de 2010
EPIFANÍA
Crece la claridad
entre la bruma que se disipa,
como un gorrión entre tormentas
que se levanta,
vela en la marea,
semilla minúscula
que contiene al mundo,
en espera ardiente
y en silencio.
Un latido musita sobre los goznes
empolvados de tantos días,
hoguera esperando el fuego.
Y el tambor anuncia el regreso
y el cuerpo vuelve a la sintonía
donde el ego se desplaza a una esquina
de la habitación
para que el plexo solar se abra
a la grandeza de la llama
que ondea como un corazón abierto.
Vuelve el sol al cuerpo,
fuego líquido que se esparce por las células,
revelación
limpieza
curación
para dar forma al viento,
dar voz, dar las claves
de los universos escondidos
dentro
cerraduras hacia el vórtice
del que procede toda forma,
todo signo.
Vuelve el sol
para insertarse en su sitio,
magma con voluntad alta,
vuelo de claridad
entre la bruma que se disipa.
entre la bruma que se disipa,
como un gorrión entre tormentas
que se levanta,
vela en la marea,
semilla minúscula
que contiene al mundo,
en espera ardiente
y en silencio.
Un latido musita sobre los goznes
empolvados de tantos días,
hoguera esperando el fuego.
Y el tambor anuncia el regreso
y el cuerpo vuelve a la sintonía
donde el ego se desplaza a una esquina
de la habitación
para que el plexo solar se abra
a la grandeza de la llama
que ondea como un corazón abierto.
Vuelve el sol al cuerpo,
fuego líquido que se esparce por las células,
revelación
limpieza
curación
para dar forma al viento,
dar voz, dar las claves
de los universos escondidos
dentro
cerraduras hacia el vórtice
del que procede toda forma,
todo signo.
Vuelve el sol
para insertarse en su sitio,
magma con voluntad alta,
vuelo de claridad
entre la bruma que se disipa.
María Vázquez Valdez
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