María Vázquez Valdez
Icono
contracultural, figura central desde los márgenes: la madrugada de este 23 de
enero partió el chileno Pedro Lemebel, enarbolando hasta el final su
irreverencia y crítica hacia la derecha, la homofobia y la burguesía en Chile,
en el mundo.
En una original
obra, Pedro Lemebel nos dejó una especie de superposición de dos cuerpos: el de
los torturados y desaparecidos políticos y el cuerpo agredido de los
estigmatizados por su preferencia sexual. A manera de construcción de una larga
metáfora, quizá recurso subversivo, en su escritura se encuentran la herencia
funesta de la dictadura militar pinochetista, la persecución e intolerancia
homófobas y a la vez una crítica constante al modelo social y económico
chileno.
En De perlas y cicatrices nos evidencia nudos
en la sociedad chilena de décadas recientes, que trascienden la dictadura en
tiempo pero no en consecuencias; dando espacio a discursos de doble moral,
violación de derechos humanos, juicio a militares, y el atisbo a la posibilidad
de tumoraciones sociales.
Lemebel llevó a
cabo una larga carrera como crítico tenaz de la sociedad chilena por medio de
la crónica urbana. En sus textos los cuerpos buscan el anonimato de lugares
públicos en una ciudad vigilada dentro del estado autoritario que desata la
globalización, retratando a la vez la política sexual chilena y la crítica al
neoliberalismo.
En el prólogo de La esquina es mi corazón, Carlos Monsiváis
escribió que Lemebel no es sólo “un fenómeno de la literatura latinoamericana
de este tiempo”, sino un “freak”, y se refiere a la inversión de un lenguaje
abyecto y condenado. Un “freak” que en muchos momentos nos resuena cercano al
Jean Genet de Nuestra señora de las
flores.
Es y será
referencia obligada identificar a Lemebel con Las Yeguas del Apocalipsis, ese mito
vinculado con el origen de su obra y con la dictadura militar, y que diera a
luz en 1987 en mancuerna con el poeta Francisco Casas, como parte de un
ejercicio constante de enfrentar la represión de la sexualidad y el régimen
militar en Chile, y que cristalizaría en obras como “La noche de los visones”,
de Loco afán, donde Lemebel vuelve a
1973 para darnos un atisbo al futuro negro que se cerniría a partir de ese año
aciago sobre Chile.
Luego de su
partida, nos queda la obra de Lemebel como un pedazo de cielo rojo para poder
volar, a partir de la imagen cristalizada en un texto que leyó en un acto
político en septiembre de 1986:
Hay tantos niños
que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que
vuelen compañero
Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan
volar.
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