martes, 30 de octubre de 2007

(a propósito del puente que viene)

Foto: Enrique Meitinides

Texto: María Vázquez Valdez

Publicados en la revista Pic-Nic, 2005

Desconectar los días de sus enchufes rutinarios y celebrar. Las vacaciones requieren un soltar las amarras, lo de menos es el lugar cuando se decide zambullirse en el momento.
Las aguas pueden ser lo mismo las del Mar Muerto con su lecho quieto, casi sólido de sal, el Mar del Norte con sus horizontes grises y aguas heladas, el Caribe con sus tibias pupilas turquesa, dilatadas de peces coloridos, o una inundación en la ciudad de México en 1967, captada aquí por el lente de Enrique Metinides.
La intención genera el significado, y así sea el lugar más bello y propicio del planeta, o un percance en otras circunstancias desagradable, como es el caso de esta inundación en Polanco, la voluntad de fiesta resulta ser la médula de las vacaciones, como denotan la actitud y la sonrisa de los jóvenes que aparecen en la imagen.
Si hurgamos en estas palabras, al parecer la etimología de vacación proviene del hebreo, más dudosa en forma y contenido que la del término recogido en inglés, holiday, que se refiere abiertamente a un día santo, una fiesta, una celebración: holy (santo) day (día).
En ese sentido, la serpiente lingüística se muerde la cola convenientemente, porque la palabra entusiasmo proviene del griego, enthusiasmos; la sílaba en significa “en, dentro, o en posesión de”, y theos significa Dios –“Dios en la sangre”.
El entusiasmo es pues la sustancia sagrada y primordial de los días festivos, porque, ¿hay vacaciones que merezcan esa denominación si carecen de entusiasmo?

No hay comentarios: