jueves, 1 de noviembre de 2007

PARA LA LIBERTAD: POR EL BOULEVARD DE LOS SUEÑOS ROTOS,
SANGRO, LUCHO, PERVIVO
Y ME ENVENENAN LOS BESOS QUE VOY DANDO...

Por María Vázquez Valdez
(Concierto de Serrat y Sabina, 31 de octubre, 2007)

Noche de brujas, cuarto menguante hinchado en rojo y esos dos volcanes se encuentran en un escenario enorme de la Ciudad de México, compatibles como lo han sido en el escenario de vida de muchos que los vimos ahí, tan campantes y vivos, seguramente, como al componer las primeras canciones y recibir los primeros aplausos.

Que han ido conmigo desde la primaria (Serrat, porque a Sabina lo conocí mucho después) es cierto, que me han enseñado a viajar por terruños y poetas (con Serrat me enamoré de Machado y de Miguel Hernández), a construir una filosofía de vida que va entre los hondos y helados encuentros con esa amante inoportuna que se llama Soledad, y el descubrir mi parte de bucanero onda Jack London, pues soy cantor(a), soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero…, aunque no haya nacido en el Mediterráneo.

De las cuerdas más sutiles de Serrat (no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí) hasta la piel curtida de Sabina (no soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio), lo de ayer fue una amalgama con los ingredientes justos.

Con Serrat desde la risa (si llegan a tener un encuentro carnal cercano y brota la semillita en una linda niña, por favor pónganle Joaquina) hasta la humedad con Sabina en la voz de Serrat (o tal vez ese viento, que te arranca del aburrimiento, y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda).

Salieron tres veces después de que nos desgañitamos con ganas. Y nos regalaron algunas que acabaron de destrozar lo que quedaba de garganta y otras cosas: El pirata cojo, Cantares, Calle Melancolía, Para la libertad.

Menos mal, pero faltó tanto, tantísimo, que aún no lo acabo de aceptar. Me quedé esperando (a todas horas la iba a ver, porque yo amaba a esa mujer) De cartón piedra; (yo que siempre cumplo un) Pacto (cuando es) entre caballeros; (colgado de un barranco, duerme mi) Pueblo blanco; (siete versos tristes para una canción) Siete crisantemos (en el cementerio); Campesina (si el viento y los robles, campesina se saben tu nombre); Oiga doctor (que no escribo una nota, desde que soy feliz); (a esa muchacha que dio a comer su) Piel de manzana; (como te has dejado llevar a un callejón sin salida, el mejor dotado de los) Conductores suicidas; La mujer que yo quiero (no necesita bañarse cada noche en agua bendita); Corre dijo la tortuga (atrévete dijo el cobarde, estoy de vuelta dijo un tipo que nunca fue a ninguna parte) y mejor ahí le dejo porque no acabo.

Tanto y en tan poco tiempo (apenas tres horas), de un tiro estos dos pájaros encendieron el Auditorio Nacional, nos encendieron uno por uno, así estuviéramos en los veintes o los sesentas o intermedios. Lo pude atestiguar en la fila de enfrente, pues tenía una pareja de chavas que sabían todas las de Serrat, junto a un matrimonio mayor que cantaba todas las de Sabina. Los cuatro estaban en trance y de pronto brillaban lágrimas, resonaban carcajadas, se levantaban aplausos. Y así los de mi fila. Y así los de la fila de atrás.

Me faltaron muchas canciones como me faltó mucha gente, así que el crédito de mi celular se agotó con varias llamadas que no pude evitar a algunos de mis entrañables: Princesa, Ruido, Calle Melancolía, Cantares, El Pirata Cojo…

Poetas siendo poesía al unísono: Serrat cantando “Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría, pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía, en la escalera me siento a silbar mi melodía”; Sabina cantando “Cuando el jilguero no puede cantar, cuando el poeta es un peregrino, cuando de nada nos sirve rezar, caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Complementarios, intensamente vivos, estos pájaros tenían que reunirse en noche de brujas, por si hiciera falta más magia para el mapa de las vidas ahí presentes y que los han (los hemos) asimilado en tantas estaciones. Mapas de vida iluminados por un par de faros honestos, en una noche de “más de cien palabras más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas, más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena”.

Bertolt Brecht habla de los imprescindibles en uno de sus poemas, dice que son aquellos que luchan toda la vida. Eso son estos dos: imprescindibles en la vida de tantos, soltando conjuros y bendiciones a diestra y siniestra : “…que el equipaje no lastre tus alas, que el calendario no venga con prisas, que el diccionario detenga las balas… que el corazón no se pase de moda, que los otoños te doren la piel”.
"...y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren"..., oh sí... "porque una casa sin ti es una embajada... un velo de alquitrán en la mirada"...

5 comentarios:

David Franco dijo...

Para los que no tuvimos el gusto de estar presentes durante la interpretación de estos dos maestros, tus palabras nos sitúan en el contexto exacto y me hacen vivir esa emoción de un bello momento como solo tú tienes la gracia de provocarla.

Para los que estuvieron presentes, ¡Qué maravilloso es recordar!

Para ti, muchas felicidades por comenzar el penúltimo mes del año con el inolvidable recuerdo de haber formado parte de ese mágico escenario que solamente un par de artistas de esta talla logran crear. ¡Que sea el primero de muchos más!

TD

Sir Alsen Bert dijo...

Buena elección.
Me quedo más con Sabina, que es el verdadero poeta y además, paisano, de Úbeda, provincia de Jaén, Andalucía, España.

Tu compañero de IUP de edición.
Saludos, Maga.

Arcilla Roja Editores dijo...

Saludos, David y Sir Alsen Bert (que me parece que tras el oct07 te puedo ubicar en un teclado por la madrugada), gracias por leer esta pequeña crónica sobre la noche de los brujos Sabina y Serrat.

En cuanto a Andalucía, oh sí, tierra de olivos, poesía y calle hacia la que da mi balcón...

J.N.P.Diaz dijo...

Hey, Maga:
¡Qué sorpresas tiene la vida, la vida tiene sorpresas!
De España, Sabina, Serrat y Auté son lo máximo.
Leí tus palabras acerca del concierto y te aseguro que se me pararon los pelitos (esos chiquititos que les ha dado quedarse sobre toda la piel), al escucharte. Me estremecí leyendo esos títulos que de vez en cuando me descubro tarareando como si fueran himnos de alguna religión. Serrat se me clavó en el fondo con los Macarras de la moral, Nanas de la cebolla, Para la libertad y las de Machado... Sabina me dejó helado con A la orilla de la chimenea, con la frente marchita, los perros del amanecer y muchas otras pero más con Peor para el sol...
Todos unos poetas, ambos, junto a la ternura de Auté y Silvio Rodríguez...
La poesía con acordes.
Gracias por lo de ponerme los pelitos de punta.
Un abrazote desde Honduras.
JD

Arcilla Roja Editores dijo...

Hey Jorge!

En efecto, la vida tiene sorpresas, y a esta mancuerna de grandes, me alegra que unas a Aute, que también me ha inspirado y acompañado por muchas rutas.
Y tienes razón, en la mención que hago de las rolas de Serrat y Sabina en el concierto, me faltaron muchísimas; por suerte sí cantaron A la orilla de la chimenea (a esperar que suba la marea), pero no Con la frente marchita (cantaba Gardel) ni Peor para el sol (...mientras un servidor le levanta la falda a la luna).

En fin, me alegra que además de compartir muchas cosas, también nos encontremos en estos himnos.

Saludos hasta Honduras desde México,

María