sábado, 8 de septiembre de 2012

LA VENUS NEGRA: UNA ELOCUENTE RADIOGRAFÍA DE LA INJUSTICIA HUMANA



María Vázquez Valdez

A Saartjie Baartman, In Memoriam

Principios del siglo XIX en Europa. Una mujer negra es objeto de diversión, explotación laboral, satisfacción sexual, escarnio y exhibición, incluso más allá de la muerte, cuando es mutilada y exhibida grotescamente —y en partes— durante casi dos siglos en un museo.

En el caso de Saartjie Baartman se destilan profundidades del morbo humano, incapacidad de compasión, explotación intensa de la mujer y segregación racial, cultural y social. Una elocuente radiografía de la injusticia inhumana.

La palabra digno viene del latín dignus, que significa ser merecedor de algo. Saartjie no fue merecedora de nada que no fuera la explotación más abyecta, que la empujó por un tortuoso camino hasta la muerte a los 25 años. Cuatro años antes, en 1810, fue llevada —con su consentimiento pero al parecer con engaños— de Sudáfrica a Inglaterra para ser exhibida como si fuera un animal exótico.

Le llamaban la Venus Hotentote con desprecio: hottentot significa tartamundo en holandés; la lengua que ella hablaba en su tierra era el afrikaans, derivado justamente de la colonización holandesa. Su sueño: bailar y cantar —“ser artista”.

La historia de La Venus negra nos la cuenta ahora el director Abdelatif Kechiche (franco-tunecino) en una cinta estremecedora —a ratos tan sórdida que muchos espectadores huyen de la sala, especialmente parejas.

Algunas escenas muestran a una sociedad depravada y pueden ser repulsivas, pero la cinta también nos cuenta que en sus primeros años en Europa, Saartjie tuvo la oportunidad de escapar a su destino, cuando una asociación pidió que se le liberara, aduciendo esclavitud, pero ella declaró que ganaba la mitad del dinero que se obtenía de sus presentaciones. ¿Por qué? ¿Por qué Saartjie no aprovechó esa oportunidad para levantarse de una caída de la que sólo tenía escapatoria en el alcohol? Quizá se quedó tras sus barrotes por miedo a sus explotadores, por no tener a dónde ir o por no arriesgarse a perder a final de cuentas una “protección” que sin embargo la estaba martirizando. Quizá se quedó encadenada al sueño que la llevó a Europa, y que sólo logró en esporádicos resplandores de insumisión que le costaron tremendas golpizas.

Toda su vida, Baartman fue maltratada por sus explotadores, que la vendieron desde niña como esclava, y luego la exhibieron con total impudicia en una serie de eventos cada vez más decadentes, pero también fue vulnerada por sus espectadores, que la aguijonearon con un morbo malsano, y finalmente, durante generaciones, la escrutaron en el Museo del Hombre de París, con la coartada de que se trataba de una exhibición científica, para la cual también su cuerpo fue vendido y mostrado en partes —se destacó principalmente la exhibición de sus genitales y su cerebro, órganos que en vida también fueran objeto de la peor explotación de la que fue víctima.

Ni en vida ni en muerte Saartjie Baartman fue respetada, hasta que Nelson Mandela la vindicó en 2002, luego de mucho tiempo de negociación entre Sudáfrica y Francia, y logró repatriar sus restos que finalmente fueron sepultados en el Valle Gamtoos, su tierra, donde esperamos que, ahora sí, descanse en paz.

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