Gilles Deleuze
María Vázquez Valdez
Gilles
Deleuze nos induce, por medio de treinta y cuatro series de paradojas, en un
camino entreverado de conceptos que, al ser articulados entre sí, dan como
resultado un caoscosmos —palabra acuñada por el mismo Deleuze—
que recorre rutas alternas al trazado por Lewis Carroll en Alicia en el
espejo y Alicia en el país de las maravillas. Deleuze nos induce y
también nos propone, nos incita, nos convence de participar en un proceso
lúdico: a ser parte de un juego excéntrico en terrenos donde convergen la filosofía,
la lógica, el psicoanálisis y la literatura. Asimismo, nos reta a dirimir y
desvanecer límites entre géneros literarios, a considerar cuestiones inusuales
y a albergar la posibilidad de que el espejo que nos pone enfrente refleje algo
muy distinto de lo que creemos y esperamos, y que además aceptemos ese reflejo
como “cierto”. Porque en definitiva ese reflejo “dialoga” con un Otro
específico, subrepticio e insondable: el lenguaje estructurado del
inconsciente.
Lógica
del sentido —un libro trascendental
en la obra de Deleuze— logra constituir el andamiaje paradójico de una teoría
del sentido en la cual la forma es tan relevante como el contenido, y donde se
establece una relación dialéctica entre ambos. El rompecabezas-laberinto
resultante se aproxima a ciertos destellos de Borges, a quien Deleuze citara en
su tesis doctoral —Diferencia y repetición—, resultando así puntos
equidistantes con la coexistencia de mundos simultáneos y alternativos,
escenarios magistralmente estructurados, juegos de géneros literarios y cierta
proclividad de ambos escritores a transmitir los horizontes de lo infinito.
Desde
el terreno literario, Lógica del sentido coincide igualmente con la obra
de Julio Cortázar, en especial con Rayuela, cuyo tablero de dirección
especifica que “A su manera este libro es muchos libros”. Así Lógica del
sentido, donde tenemos no sólo una numerología que abre un abanico de
posibilidades para ahondar en escenarios lúdicos, sino además la intención
explícita de Deleuze de construir en este libro “un ensayo de novela lógica y
psicoanalítica”.
Respecto
a esta bisagra con el psicoanálisis, la figura de Jacques Lacan es una constante tan
explícita como tácita: hay una relación biunívoca entre las obras de Lacan y
Deleuze, pues recurren uno al otro con frecuencia en un fructífero intercambio
que se da especialmente durante 1969, en un encuentro que enriquece el concepto
de sentido en el ámbito psicoanalítico —aunque desde entonces Deleuze diera
muestras de intentar distanciarse de la referencia lacaniana, cuestión que se
profundiza con la relación posterior con Guattari, sobre todo con la creación
de Mil mesetas.
En
cuanto a Lacan, en el Seminario 16 (Clase 14, del 12 de marzo de 1969) se
refiere explícitamente a Deleuze y a Lógica del sentido, y acota sus
profundidades psicoanalíticas: “es un grueso tomo, pero, en fin, está hecho
como debe estarlo un libro, a saber, que cada uno de sus títulos implica el
conjunto (…) él, en su dicha, ha podido tomarse el tiempo de articular, de
reunir en un solo texto, no sólo lo que está en el corazón de lo que mi
discurso ha enunciado, (…) él pudo tener el tiempo para todas esas cosas que,
para mí, han nutrido mi discurso, lo han ayudado, le han dado la ocasión a su
aparato (…) puede hacerlo con esta suprema elegancia cuyo secreto tiene (pp.
142-143).
La
interesante lectura que hace Lacan de Lógica del sentido destaca la
relación entre el significado y el significante en un juego al nivel del
inconsciente, que Deleuze acciona en el mecano que arma con sus series de
paradojas. Dice Lacan al respecto (también en el Seminario 16), que Deleuze
distingue que “la posibilidad de todos los sentidos —está allí escrito— se
produce a partir de esta verdadera identidad del significante y del
significado; que (…) resulta de un cierto modo de manipular, un poco más allá
del modo en que yo lo había hecho, la función metafórica y de hacer funcionar
el S, rechazado debajo del límite de la barra por el efecto metafórico de una
sustitución, de hacer jugar esa S conjunta a sí misma como representando la
esencia de la relación en causa, y jugando como tal al nivel del inconsciente”
(p. 143).
Al
referirse a lo que desata Deleuze en este libro, Lacan dice que establece “un
terreno limpio del goce. Es al nivel del Otro, que aquellos que se tomen el
esfuerzo, podrán situar lo que, en el libro de Deleuze, se intitula, con un
rigor y una corrección admirables, y como distinto, y como de acuerdo con todo
lo que el pensamiento moderno de los lógicos permite definir de eso que se
llama los acontecimientos, la puesta en escena y todo el carrusel ligado a la
existencia del lenguaje. Es allí, en el Otro, que está el inconsciente
estructurado como un lenguaje (p. 146).
Hacia
el final de esta Clase 14, Lacan cierra con otra clave respecto a Lógica del
sentido: “Un lenguaje al estado reducido que es, quizá, exactamente eso a
lo cual uno se enfrenta al nivel del sentido de la superficie —como se expresa
Deleuze— es justamente un lenguaje donde todo equívoco es posible” (p. 166). En
esas profundidades de la superficie —por hilvanar esta suerte de paradojas— se
estructura pues el inconsciente como un lenguaje, emitiendo un reflejo del
Otro.
Lógica
del sentido tiene pues múltiples
eslabones con ámbitos interdisciplinarios. Ahora bien, ¿en qué medida la
estrategia de Gilles Deleuze, aplicada en este libro, permite atender el
propósito y el procedimiento de la filosofía? En ¿Qué es el acto de
creación? (conferencia dictada en 1987 en la
cátedra de los martes de la
fundación FEMIS), Deleuze afirma que la filosofía es también una disciplina
creadora, tan inventiva como cualquier otra disciplina. La filosofía es una
disciplina que consiste en crear conceptos. Y los conceptos no existen ya
hechos, no existen en una especie de cielo en donde esperan que un filósofo los
tome. Los conceptos, es necesario fabricarlos”.
Como
disciplina creadora y tan inventiva como cualquier otra, la filosofía ve
cumplido tanto su propósito como su procedimiento en Lógica del sentido,
pues en estas páginas Deleuze crea no una sino varias series de paradojas
conceptuales, construidas en un complejo andamiaje que trasciende la
abstracción. Al respecto, nos dice Deleuze en El Abecedario que “Si uno
hace filosofía de manera abstracta no ve los problemas. (…) El filósofo ya
tiene que exponer los conceptos que está creando, no puede además exponer los
problemas de esos conceptos, al menos sólo podemos encontrar esos problemas
mediante los conceptos que crea. Si no encuentran el problema al cual el
concepto responde pues todo es abstracto, si encontraron el problema todo es
concreto”.
Deleuze
construye en Lógica del sentido una obra que no sólo hace filosofía,
expone conceptos y encuentra los problemas de esos conceptos, sino que además
se aventura a gatillar la creación de más conceptos en el espacio del lector, y
además a resolver dichos problemas en el terreno concreto de la relación
significante/significado, en el intercambio lúdico con un lenguaje estructurado
en terrenos del inconsciente, y con la puesta en escena de acontecimientos,
proposiciones, reafirmación del presente, desglose de la superficie y la
preponderancia de un sentido construido, invocado, realizado cuidadosamente en
un multiverso donde, sin embargo —última paradoja por el momento—, “el sentido
es una entidad inexistente”.
Bibliografía:
- Cortázar, Julio (2013). Rayuela. México: Alfaguara. Edición conmemorativa.
- Deleuze, Gilles (1972). Diferencia y Repetición. Barcelona: Cuadernos Anagrama. Traducción Francisco Monge.
- Deleuze, Gilles (1969). Lógica del sentido. Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. www.philosophia.cl [Fecha de descarga: 10 de noviembre de 2013].
- Deleuze, Gilles (1987). ¿Qué es el acto de creación? (conferencia dictada en la cátedra de los martes de la fundación FEMIS). http://www.proyectotrama.org/00/trama/SaladeLectura/BIBLIOTECA/elacto.htm [Fecha de consulta: 20 de noviembre de 2013].
- Lacan, Jacques (2000). Seminario 16. De Otro al otro (Clase 14, del 12 de marzo de 1969), México: Ediciones Paidós.