jueves, 14 de agosto de 2008

MATACANES
O CÓMO SALTAR DOCE METROS
(CON GRACIA SINGULAR)
AL AGUA HELADA

María Vázquez Valdez

Las referencias y comentarios previos amedrentaban, que ni qué: aventarse a más de 30 saltos de agua con alturas de hasta doce metros; caer desde más de seis metros en la oscuridad a ríos subterráneos; deslizarse por toboganes naturales y cascadas de diferentes longitudes, hacer rapel de hasta 27 metros de altura.

Caminar, gatear, subir y bajar, arrastrarse, aventarse, nadar, lidiar con piedras chiquitas y grandotas, resbalosas o rugosas; disfrutar de un paisaje impresionante durante doce horas de recorrido, nadar metros y metros en la semi oscuridad de cuevas y ríos subterráneos, junto a estalagmitas y estalactitas antiguas, en paredes que se antojan ancestrales, sabias, beber el agua pura de veneros. El resultado: fascinante e inolvidable. Así podría resumir el camino que emprendimos en el Cañón de Matacanes el sábado 9 de agosto.

Para situarnos, este cañón está ubicado en Santiago Nuevo León, al norte de México y forma parte del Parque Nacional Cumbres de Monterrey. El sitio es conocido desde hace más de veinte años, y se supone (según algunas versiones) que su nombre se deriva de algunas formaciones de las cuevas que, como estalactitas, surgen de arriba de las cavidades y tienen enormes diámetros por los que caen grandes cantidades de agua. El sitio está protegido como patrimonio, y según nuestro guía Juan Carlos (padre), de Regioaventura, es uno de los más importantes en el mundo para practicar este tipo de cañonismo en particular, aparte de un cañón en Francia y otro en Costa Rica.

Pues bien, nos guiaron tres expertos: los dos Juan Carlos (padre e hijo) y Ángel, que se lucieron por su profesionalismo a la hora de llevarnos por el cañón, pues se conocen el sitio, sobre todo Juan Carlos grande, palmo a palmo (“cuidado, ahí debajo del agua hay una gran piedra”, “por allá hay un tronco hundido”, “camina por aquí”, “esquiva esa parte”). Lo más impresionante es que además de que nos guiaron e hicieron gala de clavados diestros, a Juan Carlos hijo le dio tiempo de hacernos una serie larguísima de fotos, algunas de las cuales incluyo aquí.

Entremos pues en materia de agua helada: el recorrido inició la madrugada del sábado 9, pues nos citaron a las 4.30 a.m. fuera de Monterrey. Llegamos unos minutos después de la hora, ya todos estaban listos, y emprendimos la salida, que pronto se volvió camino de terracería y trechos pedregosos que de vez en vez tundieron el chasis de la camioneta.
Casi al amanecer llegamos al sitio de partida, donde nos dieron trajes de neopreno, chalecos, arneses y cascos. También algo ligero de desayunar. Nos cambiamos y he aquí el resultado: un equipo de trece (tres mujeres y diez hombres) y tres guías (uno de los cuales tomó la foto).

Todos al salir a la aventura

(Yo soy la única sin casco)

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